Esta imagen fue publicada en diciembre de 2014 en el diario Türkiye y está tomada por Osman Sağırlı, un fotógrafo turco que en la actualidad trabaja en Tanzania. Recientemente, la fotoperiodista de guerra Nadia Abushaban ha dado a conocer la foto al mundo occidental compartiendola en un tweet que se ha hecho viral.
photojournalist took this photo 4 Syrian child, thought he has a weapon not a camera so she Gave up ! #Surrended pic.twitter.com/bm1hOWQWJY
— Nadia AbuShaban (@NadiaAbuShaban) marzo 24, 2015
En una entrevista con la BBC Sağırlı contó la historia tras la foto. La niña había viajado al campo de refugiados desde su hogar en Hama con su madre y dos hermanos. Según sus palabras textuales: "estaba usando un teleobjetivo y ella pensó que era un arma. Me di cuenta de que estaba aterrada después de sacar la foto porque se mordía el labio y tenía los brazos en alto. Normalmente los niños huyen, se tapan la cara o sonríen cuando ven una cámara".Este fotógrafo cree que los niños reflejan mejor que nadie el dolor de los desplazados a través de su inocencia, y mi opinión es igual. Estamos tan acostumbrados a ver en la televisión fragmentos de luchas, guerras, gente huyendo, gente matando, gente muerta... que nos hemos hecho insensibles a ellas. Pero, ¿y los niños? ¿Dónde están ellos?
Como estas imágenes hay miles más, pero no aparecen cada día en nuestras pantallas ni son bombardeadas constantemente por los medios. ¿Quizás porque su efecto en nosotros sería mucho más efectivo? Una imagen vale más que mil palabras y, a mí, estas imágenes desgarradoras son las que me empujan e incitan a que escriba este post.
¿Qué pasa con los niños? Al igual que con la foto de Hudea, lo que pasa es simple y triste: viven y crecen rodeados de guerra, y al final, la guerra es lo único que conocen. No pueden jugar, no pueden aprender, no pueden equivocarse en nada: un paso en falso puede significar su muerte. Esta realidad es dañina y no les dejará, en un futuro, poder desarrollarse plenamente como personas. Y como ejemplo pongo a Hudea, que a su corta edad ya sabe que debe huir de las armas, cuando a lo único que tendría que temer con tres años es al monstruo de debajo de la cama.
Lo único que puedo preguntarme es ¿a dónde va la infancia de estos niños? ¿Qué puedo hacer yo para ayudarlos?
Tristemente, no puedo hacer nada que cambie realmente su situación. Puedo donar dinero, puedo ser voluntaria e ir allí a reconstruir codo con codo lo que las bombas han destruido. Pero, ¿de qué sirve si poner final a esta guerra no está en mis manos? Tan sólo puedo escribir y contar lo que pienso, y esperar que mis palabras alienten a las personas que realmente pueden parar este conflicto (y tantos otros) a tomar una decisión adecuada.
Es una pena que sigan pasando cosas así en pleno siglo XXI
ResponderEliminarPues sí... :(
Eliminar¡Hola Marta! Quería recordarte que te he nominado al One Lovely Blog Award, el ultimo post de mi blog. Me gustaría mucho que lo hicieras... ¡un besito!
ResponderEliminarAcabo de verlo!! =D
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